Vanessa Rolón Nieves
Para El Visitante
El corazón apasionado por la misión, la conciencia de que Jesús está en cada hermano y la acogida familiar son detalles que se descubren fácilmente al conocer a Carmen Mabel Rodríguez Del Río, una laica consagrada que es miembro de la Comunidad Misionera de Villaregia, una Asociación Pública Internacional de Fieles de derecho pontificio que une en sí misma diversos estados de vida y cuyos pilares son la comunión, la misión y la providencia.
En 2001, Carmen realizó la donación definitiva de su vida con el vínculo de los votos de pobreza, obediencia, castidad y un cuarto voto de comunidad para la missio ad gentes.
Varias vivencias fueron calando en su interior antes de abrazar este llamado. Especialmente, su experiencia de misión en 1989 en Guatemala a través de Verano Misionero.
Allí, la situación de extrema pobreza, pero también el hecho de que los indígenas se sintieran y actuaran como inferiores por su color de piel, le inquietó fuertemente en contraste con la realidad de que “Dios a todos nos ve igual, todos tenemos la misma dignidad delante de Él”, narró la mujer isabelina.
Asimismo, afirmó que en la misión “los retos son también riquezas”. Al tiempo que la relación con el otro puede ser difícil, es la oportunidad de “ser familia”, pues “así como el Hijo se deja amar del Padre, nosotros nos estamos dejando amar y estamos dejando que el otro ame, y se suscita la experiencia de amor a través de corazones que son tocados por el Señor y que responden”.
Es en esa misma dinámica de amor y comunión, Carmen destacó que es misionera porque “me enamoró Jesucristo en sus relaciones, en su modo de amar y de ser misericordioso, y quisiera que todos pudieran descubrir la grandeza de ese amor y que se sepan hijos amados de Dios”.
Actualmente, ella acompaña la formación del grupo misionero de adultos jóvenes en el Centro Misionero ubicado en el barrio Sabana Hoyos de Arecibo y brinda su servicio en el área pastoral de la Superintendencia de Escuelas Católicas.
Otras de sus experiencias misioneras fuera de Puerto Rico han sido Perú, Brasil, Italia, y, la más reciente, República Dominica en 2019, y en cada una confirma su certeza de que “el anuncio del Evangelio y el encuentro con Dios que nos salva es la esperanza del mundo”.