Nilmarie Goyco Suárez
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Hace 12 años Padre Carmelo Rivera Amézquita, misionero de la Congregación del Espíritu Santo se encuentra en el estado de Amazonas en Brasil. Es en la Diócesis de Tefé donde funge como párroco y formador de los seminaristas candidatos a la vida misionera y sacerdotal.
De su experiencia como misionero, destacó el reto geográfico que enfrentan, ya que las parroquias son gigantes en comparación con las de Puerto Rico. Según describió, “geográficamente hablando la Diócesis de Tefé es 29 veces el tamaño de Puerto Rico y la mayoría de las parroquias tienen hasta cinco veces el tamaño de la Isla”.
A eso, se le añade que, ante la ausencia de transporte terrestre se valen de la vía fluvial, en este caso el río Amazonas. Es por eso que, ante la distancia considerable y los elevados costos de la visita pastoral, se asiste a las comunidades una o dos veces por año. Esto sin contar que, fuera de las comunidades, es decir dentro de la pequeña ciudad hay mucho trabajo por hacer. Además, el desafío principal está en que muchas de las personas se mudan de un día para otro, en busca de una mejor educación o calidad de vida. Lo que resulta en que tienen que empezar de nuevo, ante la falta de colaboradores.
“Ese es el comenzar. El misionero no puede sentirse frustrado de que los frutos no se dan como esperaba. Si tenemos que recomenzar, recomenzamos con toda la actitud positiva del mundo”, afirmó el sacerdote natural de la parroquia La Milagrosa en Hato Tejas, Bayamón.
Por otra parte, detalló que “la acción misionera es cuando tenemos esa conciencia de nuestra fe y estamos dispuestos a vivir el mandato de Cristo. De anunciar esta buena noticia a todas las gentes, de todas partes del mundo”.
A tono con las enseñanzas de Jesús, destacó que hay un sinnúmero de ejemplos y testimonios de cómo debe ser la evangelización. Entiéndase a través de actitudes de misericordia, compasión, volviéndose capaz de vivir la empatía, o sea ponerse en el lugar del otro, y practicando la solidaridad.
A su vez, animó a tener la valentía de desenterrar los dones y talentos para responder a la vocación misionera. En primer lugar, exhortó a tener ese encuentro personal con Cristo, y segundo a no vivir una fe superficial sino en una base sólida. “No quedarnos en la orilla en aguas llanas donde es más fácil, sino ir para aguas más profundas, vivir radicalmente la misión del amor”, apuntó.
Sobre qué lo llevó a entrar a la congregación del Espíritu Santo, compartió que su vocación surgió gracias a “unas experiencias de verano de misión en República Dominicana, en lugares necesitados, en los campos”. De modo que fue una inquietud lo que lo movió a dedicar tiempo, esfuerzo y talento a la misión.
“Esa es la palabra, inquietud. Inquietud que surgió en mí. Generalmente esos movimientos y provocaciones espirituales en nuestro ser son difíciles de explicar. Cuando uno se vuelve sensible para dejarse provocar y convocar se da cuenta de que la misión es urgente y que al otro lado del mundo también habitan otros hermanos. Reconocemos que también ellos tienen derecho de escuchar esa buena noticia”, aseveró.
Agregó que: “Ahí el corazón del misionero se inquieta, es capaz de acoger un llamado más allá de las fronteras porque esa es la actividad misionera de la Iglesia, la misión ad gentesde la cual todos formamos parte a través del Bautismo”.
Asimismo, el sacerdote misionero aclaró que ir de experiencia misionera no tiene nada que ver con pasear, con conocer otros lugares, ni con vivir una aventura. Por el contrario, “es algo diferente, es un gusto, es un placer por el servicio al más necesitado. Es como una sed de crecer como hijo de Dios”.
Confesó que muchos misioneros piensan que van a enriquecer espiritualmente a aquellas personas con quienes se encontrarán, pero, para su sorpresa, son ellos los que acaban enriqueciéndose, aprendiendo y creciendo en la fe.
Admitió que, si bien se requiere mucho sacrificio y entrega, la clave está en dejarse llevar por la acción del Espíritu a no tener las comodidades a las que se está acostumbrado. Pues al final, el sacrificio no se compara con la gran alegría que causa la misión. “Es ese sacrificio que nos hace vivir la alegría de ser misionero cuando lo vivimos con amor”, enfatizó.