Camille Rodríguez Báez
Twitter: @CamilleRodz_EV
Cuando Ana Ivelisse Rodríguez Ruiz, participó por primera vez en 1994 del Proyecto Verano Misionero y vivió dos experiencias de misión en Perú y Guatemala, 2 años corridos, jamás imaginó que descubriría su verdadera vocación, la de ser misionera. Y es que esta mujer de 46 años, natural de Yauco y feligrés de la parroquia Santo Domingo de Guzmán en la Diócesis de Ponce, hace 21 años optó por unirse a la comunidad Misionera de Villaregia en Arecibo.
Ella catalogó como un regalo de Dios que como parte de su experiencia misionera haya estado en diferentes misiones, como por ejemplo: Lima, Perú; Guatemala, Bolivia, México e Italia. Hace apenas unos meses llegó al continente africano. Estuvo 4 meses en Costa de Marfil y hace poco está en Burkina Faso. “Estoy aquí hace algunos meses y la actitud que me está acompañando en este tiempo es el deseo de escuchar, escuchar a Dios, a la gente para conocer, para entrar. Escuchar una realidad. Escuchar a los hermanos de la comunidad que están aquí desde 2017. Es una nueva misión”, precisó.
Sobre los principales retos que enfrenta en África, afirmó que hay varios, entre ellos destacó el idioma: “El idioma oficial es el francés, lo estoy aprendiendo. Pero las personas entre ellos hablan el moren, ese lo aprenderé en una segunda fase”. Del mismo modo, sostuvo que la alimentación es diferente a la que conoce. Además, de que hay problemas culturales. “Son hermanos de otro país, soy yo la que llegó y tengo que conocerlos y aprender cómo viven. Otro desafío es que nos llaman nasaraque significa blancas y creo que esto lo podemos superar con la fraternidad, viviendo, compartiendo y acoplándonos a la vida con ellos”, señaló.
Relacionado al lugar donde está viviendo la experiencia de misión, sostuvo que el territorio parroquial son al menos 32 k.m. cuadrados y que viven unas 75 mil personas que “deseamos servir y acompañar”.
Al indagar por qué decidió aceptar una experiencia de misión al otro lado del planeta, respondió que: “El hecho de haber consagrado mi vida a la misión implica una plena disponibilidad a dejarme enviar, a donde la comunidad y la Iglesia entiende que sea necesario. Por eso estoy en Burkina Faso, aquí en África”.
De otro lado, Ana Ivelisse señaló que la misión es anunciar el amor de Dios, que se realiza en Jesús y que tiene como protagonista al Espíritu Santo. “La misión es que todos los hombres y mujeres, se salven y lleguen al conocimiento de Dios. Pienso que es estar cerca de la gente, caminar con ellos, manifestar este amor. La acción misionera es poner a disposición todos los dones, fuerzas y capacidades para que esta misión se pueda realizar para que nadie quede fuera del amor de Dios”, puntualizó.
En cuanto a las características que debe tener un misionero, confirmó que todos los bautizados fueron constituidos como misioneros por el bautismo. No obstante, recalcó que “es necesaria la disponibilidad, el deseo de compartir el amor que gratuitamente hemos recibido de Dios. Escuchar el grito de los hermanos pobres. Además, de tener disponibilidad de mente y corazón para estar y caminar con la gente”.
Al indagar si se puede hacer misión en la familia o la comunidad, la yaucana, aceptó que “la misión antes de hacer es un ser. La misión es una gracia recibida por Dios para llevar adelante la misión que Jesús confió a la Iglesia. Cada uno de nosotros está llamado a encontrar su misión sin importar donde está”.
Al final, Ana Ivelisse hizo una exhortación al pueblo puertorriqueño. “Deseo que puedan abrir su mente y su corazón a la misión. Los invito a que se den la posibilidad de vivir una experiencia de misión. En la medida que nosotros salimos, nos donamos a los otros, encontramos la felicidad. Que esta nueva etapa misionera en la Iglesia puertorriqueña sea de gran fruto personal y como Iglesia”, concluyó.